12.12.06

Home is where the heart is

Todo empezó con una simple, y cada vez más corriente, crisis intelectual: ideologías de papel madera, creencias súper superficiales, anecdotarios violados como envoltorios de dulces... todos en una innoble y violenta manifestación...

Con dos cabos sueltos, hago un par de cabos.
O un nudo.-


Comencé luego con unas definiciones extravagantes (léase: que vagan en demasía) pertenecientes a un diccionario propio e impropio, abierto al público y privado de conceptos que desmitificaran aquello de que en realidad yo aún no pienso, que nunca pensaré, y que de hecho sólo coloqué el aún para que los lectores comprueben mi correcto uso de las tildes... pero me sale sin pensarlo, espontáneamente, y ahora resulta que lo espontáneo no vale:

No vale lo espontáneo.-

Pude poner un poco de orden en mi cabeza a eso de las 4 AM, cuando los manifestantes habíanse acostado. Consternado, procuré padecer un temor enorme desde tal tiempo a esta parte, y desde esta parte continuarlo cuasi-eternamente. Pero me cansé de la desazón infundida por la dicha aún ilograda, me cansé de las variantes con que pueden escaparse todos los peces, desde el más hasta el más-más, me harté de ver que quien consigue lo que quiere es porque quiere bastante poco, me llené los güe de los entrerrianos que con papel critican al papel porque va a contaminarles su hermosa ciudad (los habitantes hacen un poblado)...

Antes de mí, yo no era yo.-

Hola, hoy soy uruguayo. Y mañana también, y todo enero. Y en febrero Lincoln es capital del carnaval artesanal, y hay pan, y hay circo, y después de todo lo aclarado resulta que Carnaval toda la vida es una canción alegre...

Me harté.-

Y realicé un par de llamadas, luego otro par, y llegué a siete; y con el séptimo anzuelo resulté vencedor: paré un auto, me subí en él del modo en que lo hacen los ladrones en las películas:

-Jefe, San Juan y Cañada, por favor.-

Partí precisando un cuarto, regresé procurando un baño... para cambiar de ambiente, no más. Pero como, créanlo o no, no soy el Supremo Rey del Universo, no puedo imponer todo lo que creo imponible, y no puedo ponderar todo lo que siento ponderable. No decido nada, ellos dicen...

No vale lo espontáneo.-

Y yo, como quien no quiere la cosa, dejo caer pedazos de mí al vacío que nada me devolverá... Huyo en mi tren a medida:

-Jefe, Massey y Maipú. Gracias.-

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