6.12.06

Ciento volando de siete

"No puedo andarme con esas necedades, eso de querer querer a alguien no deja demasiado contento a nadie: ni al loro que tenemos de parlante, ni al interlocutor que tenemos de interlocutor... en sí, que se vaya donde la lora."
Esto sí: que no nos pida que carguemos con sus maletas o sus fianzas.
El amor después del amor, siguiendo en la corriente, vendría a ser como la nada sobre la nada... Lo que se resume en:

Nada²

El amigo del primo de mi mejor amigo imaginario estuvo en la guerra; fue como si no lo hubiesen visto por unos meses y luego regresó, y lo veían y palpaban, y lo secundaban hacia donde descansan las penas del alma, donde moran las almas en pena que han partido para ya nunca mostrarse, para ser lo que no habían sido nunca, el lugar que contextualizaría su último gran cambio: un bar Cualquiera en una calle Cualquiera.

"Estás al otro lado del mundo,
y tengo tanto miedo del mar"


La guerra lo persiguió como se persigue a un subversivo de inútil alias, la guerra jugó con él del modo en que juega el azar con los dados y los naipes. La guerra lo desvaneció -lo hizo erradamente visible.

Dejó de ser aquél que cantaba (aunque no puede esto ser confirmado), dejó de ser interlocutor inmensamente prosódico y sobriamente explícito. Dejó arder internamente su encono, se cree que para siempre.

Hazme el amor¹
y también la guerra∞

1 comentario:

Anónimo dijo...

Qué chanchullo el encono que no arde,
si quieres olvidarme lo comprendo,
yo también huyo en trenes a medida.

Tierra por medio pon, mañana es tarde,
y brinda al sol que tienes aplaudiendo,
pero si vienes, juégate la vida.